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LAS ISLAS DE LOS BIENAVENTURADOS
La primera aparición en la literatura occidental de la idea de unas islas dichosas, felices o afortunadas (en griego μακαρῶν νῆσοι), en las que residen héroes o almas, tiene lugar hacia la segunda mitad del s. VIII a. de C. en una obra del poeta Hesiodo: Hesiodo, Trabajos y Días, vv. 167-173.
El texto hesiódico forma parte de la descripción del mito de las Edades o de las Razas, y se refiere a una cuarta estirpe o generación. La primera sería la de oro, la más idílica, en la que reinaba Crono; a ella le siguieron progresivamente razas inferiores de plata, bronce y hierro, que sería la nuestra. A ésta le precedió una quinta, la de los héroes que es a la que se refiere el texto anterior y que vuelve a describir lo que se mención antes sobre el locus amoenus.
De los autores antiguos, tanto griegos como latinos, el primero en situar geográfica mente unas Islas de los Bienaventurados frente a la costa de Mauritania es Estrabón (s. I a. C. – s. I d. C.), aunque sea otro problema averiguar a cuáles de las existentes en esa zona podrían referirse.
Los dos principales textos son los siguientes:
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